Era un día de esos
La
luz apacible. Tímida. El aroma del primer café de la mañana. La contemplación
del inicio de la vida en las calles del barrio. Los sonidos familiares: la
salida apresurada de la vecina con los niños. El ladrido afónico del perrillo de
Carmen. El chirrido de los hilos del tendedero de la del quinto. La primera
llamada para entrar al colegio de la esquina. «Do-mi-sol-do. Do-sol-mi-do». El
mismo acorde que suena en el teatro antes de comenzar un concierto. Esos
momentos de soledad calmada.
Era,
sí, un día de esos que apenas duraban, que se repetían escasamente. Uno de esos
en los que ella no salía de casa, que gustaba de permanecer envuelta en el
silencio, sin escuchar la radio, ni ver la televisión, hasta la tarde.
Un día de esos en los que la luz va dando paso a una penumbra
angustiosa, lentamente, como un collar frío de perlas que ahoga el cuello,
hasta que el silencio se rompe de manera abrupta con el ruido de una llave en
la cerradura.
Canguros
Ahí
están, sentados en el sofá desde hace un par de horas. Mohínos, con la mirada
gacha, incapaces de pronunciar una sola excusa, asintiendo atónitos a las
agrias palabras de su hija.
Que
si la sopa estaba caliente, que si la siesta, que si no tenéis cuidado con el
columpio. Un caudal de reproches. Se miran sin comprender qué ha sido de aquel
rostro angelical, de aquella sonrisa luminosa, de aquella niña que parecía tan
dulce y cuyas fotos están repartidas por toda la casa. Y recuerdan sus
desvelos, sus cuidados, su dedicación.
Observan temerosos a ese pequeño energúmeno, ese calco que ya
les amenaza con el biberón.
La nevera de Sor
Asunción
Es un bendito. Ni la propia madre lo ha escuchado llorar desde
que lo parió. Mañana le daremos el alta. Ella saldrá por una puerta y los Pérez-Anglada
entrarán por la otra. Rezaré para que un día llegue a ser médico, militar o
arzobispo. A la madre le hemos dicho lo de siempre, la letanía de los
angelitos. Algunas descreídas solo se tranquilizan cuando sienten el helor
entre sus brazos.
Canción de cuna
La
madre mecía al niño en una de esas cunas de mimbre que se sujetan a un arco y
el capazo queda suspendido en el aire. La criatura sonreía. Unos graciosos
hoyuelos, como los de su padre, se marcaban en sus mofletes. Entornaba los ojos
y los volvía a abrir. En cada vaivén veía el rostro perfilado de su madre.
En
cada vaivén, un cosquilleo en el estómago le hacía encoger las piernas, como si
viajara por una carretera llena de baches.
El
techo se cubrió de estrellas. Vio la luna como si se reflejara en un cristal.
Agitó las manitas en un intento de aferrarse a un objeto concreto.
Algunas noches aún se escucha un llanto desolado en el firmamento.
Loca
Solía sentarse sobre el alféizar de la ventana, frente al balcón
de mi casa. Blanca y etérea como si aguardase un soplo de viento que la llevara
lejos. Con el tiempo, se convirtió en un elemento decorativo de la fachada. Y
dejé de prestarle atención para ocuparme de otros asuntos más novedosos. Sin
embargo, un día un jilguero azul se detuvo a su lado. Cada mañana regresaba
junto a ella. Días después me pareció observar que la piel de la mujer iba
adquiriendo tintes cerúleos. Mis sospechas se confirmaron a las pocas semanas.
La mujer se posó sobre el alféizar, agitó las alas y se elevó hacia el cielo.
El jilguero quedó inerte junto a su ausencia.
THE KISSERERS
Se
encontró con la propaganda al abrir la puerta de casa. Se agachó. La recogió
dispuesta a tirarla a la basura, sin embargo…
«Sabemos
que es usted una mujer romántica, que los fines de semana ve varias películas
en la televisión de pago. Que llora de emoción, con el regazo rebosante de
palomitas y babas, con los besos que el protagonista –siempre un apuesto galán
del cine americano en blanco y negro– le da a su chica. Esa chica que usted aspira
ser. Sabemos que es usted tímida, tanto que roza la estupidez. Y que con estas
características ningún hombre se lanzará a besarla como usted desea.
Sabemos
que esto, su afición a los besos románticos, de tornillo, con los ojos entornados,
de ensueño, es su inconfesable secreto. Cree que está sola, que no hay nadie
en el mundo que sienta como usted, nadie que comparta su anhelo.
Queremos
decirle que está en un error. Y que todo tiene solución.
Somos
el grupo internacional de coaching The kisserers. La mayoría de nuestros
coachers han sido alumnos de la famosa academia Kiss screw de Hollywood. Todos
ellos poseen amplios conocimiento de las herramientas necesarias para lograr
su objetivo personal. En
nuestra página web: internationalkisserers.org encontrará la persona adecuada,
tanto si sus inclinaciones se dirigen hacia un hombre o hacia una mujer.
Si
usted, finalmente, decide ponerse en contacto con nosotros podrá escoger la
facilidad de pago que más le convenga. Tenemos un bono semanal, con preferencia
de viernes o sábado, uno mensual, uno trimestral y uno anual.
No
lo piense más. Visite nuestra página web. Y realice su sueño más íntimo.
En el hipotético caso de que nuestra oferta no fuera de su
agrado, más tarde, cuando vea de nuevo una película romántica y añore esos
besos atornillados que adormecen las lenguas de los protagonistas, que le
jodan.
Caza menor
Sonreía mientras lo veía correr espoleado por el
pánico.
El eco aplaudió su puntería. Satisfecho, recogió de boca de su
lebrel un pedazo de tela de rayas.
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